Tenemos que estar muy atentos para no perdernos esas indicaciones, y dejarnos guiar por el camino que ha sido trazado para cada uno de nosotros; ese camino que nos lleva a cumplir nuestra misión en el mundo.
A pesar de lo antedicho, nosotros insistimos en querer hacer nuestros propios mapas, tratando de predecir el futuro, de hacer planes y calcular probabilidades y riesgos.
Cuando las cosas salen según lo planeamos, nos sentimos orgullosos. En cambio, cuando nos salen mal, nos consolamos diciendo que la próxima vez lo haremos mejor. Quizás, para que la próxima vez lo hagamos mejor, simplemente deberíamos tratar de no anticipar los resultados, y confiar en que el resultado que obtendremos, sea cual fuere, será el mejor posible; ni más ni menos que aquél que nos corresponde obtener.
Hay que estar atentos a las señales, aquí y ahora. No tratar de decidir anticipadamente qué camino será el mejor. No importa si vamos por un camino sinuoso o uno empedrado. Si es el camino que nos tocó recorrer, recorrámoslo. Hasta que alguna señal nos sugiera tomar una bifurcación.
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